AMIGO



Una tarde, de no sé qué día,
verano, y al fondo, detrás de ti,
un paisaje de interior,
una pared, el blanco de unas baldosas,
una cocina en un hogar aún desconocido,
sin invitación expresa al auxilio,
sólo el anónimo encuentro entre dos
que aún sienten cierto recelo.
Pero surge ahí la convulsión,
algo que hace que te agites,
un pequeño terremoto
una chispa de magia inesperada
en un día igual de monótono que el anterior,
sin más connotación que lo distinga
que el intenso azul de una mirada.
Una tarde, las siete marca el reloj,
hay una puerta que fuera roja,
un cristal que deja ver el futuro,
y una cerradura mal montada.
Algo ocurrió en ese instante
que escapaba al raciocinio.
Como son las cosas que suceden
en este loco universo, sin previo aviso.
Estreché tu mano,
el contacto fue un instante inadvertido,
que perduró flotando en el aire,
sonidos de palabras dichas con los ojos.
Esos ojos que perforan, que invaden,
que se adentran taladrándose
uno al otro,
que traspasan escleróticas y córneas,
que atraviesan nuestros iris,
fijándose en las retinas
Alli morarán los silencios que dijeron
mucho más que las palabras.
Y sin dejar de mirarnos,
dos escenas que transcurren a la vez.
Lo que se habla. Lo que nuestros ojos sienten.
Y ya no hay remedio.
Algo se ha fijado en el cliché del alma.
Está listo para ser revelado,
como si se hubieran engendrado sentimientos,
comienza a latir su propia existencia,
sin previo aviso, sin que la voluntad intervenga.
Así de simple, así de complicado.
Y uno no puede hacer más.
Si ese milagro te ha tocado,
se ha encendido la luz del querer,
la necesidad de un nuevo encuentro.

Al amigo.
Marga Escuder Gea



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